Soy consciente del apego que tienen muchas personas a las tradiciones pero nunca pensé que una decisión tan personal como agujerear o no las orejas de mi hija fuera a generar polémica en mi entorno.
Son varias las razones que me hicieron tomar la decisión definitiva pero la principal y más básica es que es un acto machista. Sutil pero no por ello menos machista. Por mucho que haya quien lo quiera negar, algo que hacemos en las niñas por el simple hecho de ser niñas es machista. Las diferencia y discrimina respecto de los chicos. Forma parte de nuestra cultura, que es sexista, y de nuestra sociedad, que es patriarcal. En palabras de Leticia Dolera, en su libro Morder la manzana:
Nada más nacer, la sociedad nos marca según nuestro sexo biológico: a las niñas se les suelen hacer agujeros en las orejas y a los niños, no. Nos están marcando cultural y socialmente con diferencias que no tienen que ver con nuestra biología, sino que son de nuevo construcciones culturales y sociales. A nosotras simbólicamente nos están diciendo que necesitaremos complementos y adornos en el futuro, mientras que los niños, tal cual llegaron al mundo, ya están bien. Es simbólico y es sutil, pero es así.
Dolera, L. (2018), Morder la manzana, Barcelona, España, Editorial Planeta.
Agujerear sus orejas es un criterio estético y como tal, es completamente prescindible. Además, es para toda la vida. Es una decisión permanente sobre sus cuerpos que deberían tomar por sí mismas. Es también un proceso doloroso, aunque nos reconforte pensar que lo olvidarán, y tiene riesgos leves asociados, como molestias, enganchones o infecciones.
A continuación reproduzco argumentos que me han repetido una y otra vez para convencerme de lo contrario y las respuestas que me hubiera gustado dar en cada caso:
-es mejor hacérselos de bebés, porque no se enteran.
-lo dudo mucho (¿por qué lloran, si no?), en cualquier caso, no me parece suficiente.
-parecerá un chico.
-me da igual.
-de mayor los querrá.
-hablaremos de ello y decidirá por sí misma.
-de mayor le dolerá.
-si de verdad los quiere le merecerá la pena.
-todas sus amigas los llevarán y ella no.
-aprovecharemos para trabajar el valor de la diferencia.
-si luego no los quiere, que se los quite, pero si los quiere, así ya los tiene hechos.
-entonces empecemos por nariz y ombligo, por si acaso.
-pero están tan monas…
-cri, cri.
Es una pena que las personas seamos, por norma general, tan reacias al cambio, hasta en temas tan fundamentales como es la educación en igualdad.